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Vivimos en un mundo con medios que permiten una interconexión inmediata de una gran cantidad de personas (redes sociales) aun así nos cuesta mucha sentirnos conectados a otros seres humanos más allá de nuestro núcleo familiar, amigos y allegados; e incluso amándolos muchas veces nos cuesta trabajar con ellos para lograr metas comunes, debido a nuestra naturaleza egoísta, prevista en la creación.
Si el propósito de la vida es la conexión de todos los seres y el otorgamiento altruista desde el amor consciente, para lograr la equivalencia de forma; definitivamente se requiere mucha corrección del egoísmo a todos los niveles: individuo, comunidades, naciones y el mundo entero, pues de lo contrario no habrá cambios y seguiremos inarmónicos respecto de la ley integral de la Naturaleza, al no comprometernos a actuar para alcanzar la Unidad.
Lo que nos mantiene estancados es una espiritualidad centrada en el egocentrismo.
No podemos realizarnos como deseo de recibir: tenemos que cambiar la intención en nuestro opuesto, la voluntad de dar (equivalencia de forma, adhesión). Sentimos nuestra resistencia interna a lo que es lo opuesto a nuestra naturaleza. Así cumplimos la voluntad de la fuerza de la naturaleza (el pensamiento de la creación). Se realiza a sí mismo a través del cumplimiento de la voluntad de la luz de dar.
La criatura siente el placer (de dar), que no puede poseer, como su opuesto.
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