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Cuando los judíos actúan colectivamente como catalizadores de la unidad, incluso entre ellos mismos, su relación con el mundo y las naciones en las que viven es pacífica y benéfica. Cuando no lo hacen, su desunión genera violencia, pogromos, expulsión: todas esas expresiones que colectivamente denominamos antisemitismo.
Con la secularización del siglo XX
Los judíos perdieron contacto con lo que son. Incluso los judíos practicantes tienen poca conciencia de aquello en lo que sus textos intentan educarles. Ellos también han aceptado las definiciones de judíos que el mundo les dio y simplemente están tratando de vivir una vida cómoda para su propio beneficio, como todos los demás, y protegerse de la persecución, sin entender lo que realmente necesitarían estar haciendo.
Para el pueblo de las “Naciones Unidas” originales, la secularización no se trata de alejarse de la observancia religiosa o la moralidad, sino de la ignorancia y ausencia de su papel natural.
Las amenazas y acciones conscientes contra los judíos son a menudo brutales y violentas, pero el diálogo subconsciente apunta a nuestro corazón:
Judíos:
¡¿Qué quieren de nosotros?!
¡Mira todo lo que aportamos a la humanidad con la ciencia, medicina, tecnología y arte!
Mundo:
Bueno, ni siquiera estamos tomando eso en cuenta.
Podemos hacer todo eso nosotros mismos.
¡Esperamos mucho más del pueblo de Israel!
Judíos:
¡¿¡Qué esperan!?!
Mundo:
Esperamos que sean una “luz para las naciones”.
Que actúen desde la unidad y la responsabilidad mutua.
Que detengan el odio entre ustedes y den el ejemplo de cómo vivir juntos en esta nueva realidad donde no podemos vivir separados.